La Cumbre Europea, una oportunidad para el crecimiento económico y el empleo

blog_cumbre eurpeaEn España se han iniciado los pactos de Estado. No deben ser un mero lavado de cara sino una alianza legislativa de utilidad pública, ampliable a otros ámbitos estratégicos (educación, sanidad, I+D+i, fiscalidad, reforma de las administraciones públicas, etc…).  No en vano hace falta mucha política de Estado, política cooperativa, no sólo para desatascar al país de su pésima situación, además para restaurar la confianza ciudadana en sus instituciones y en nuestro gran potencial individual y colectivo. Pero este consenso, dada la extrema gravedad de la situación, ha de emprenderse sin hipotecas, y extenderse al concurso de las organizaciones empresariales y sindicales.

La situación de algunas naciones de la eurozona es muy delicada, y empeorable si persisten las políticas de mera reducción del déficit público, recortando derechos y prestaciones sociales, cargando sobre la ciudadanía el pago de los excesos del mundo financiero y el descontrol de las administraciones públicas. Será insostenible pronto si se persiste en exigir más sacrificios sin esperanza de recuperar al menos una vida decente. Una juventud sacrificada y más de 25 millones de desempleados europeos,  son el fracaso de la política impuesta por la troika, que devalúa servicios públicos y somete a las democracias para atender prioritariamente las estrategias del poder económico y los intereses del capitalismo salvaje. No solucionan nada pero van doblegando la dignidad de la ciudadanía, sometiéndola a marchas forzadas hacia un modelo tercermundista.

Esta Cumbre es una ocasión para cambiar. Junto a la moderación fiscal deben  estimularse el crecimiento económico y el empleo. Es de suma importancia que nuestro Gobierno, que viaja con un gran respaldo parlamentario, presente en Bruselas una posición firme en este sentido,  apoyando un potente plan de inversiones así como una verdadera unión económica, bancaria y fiscal. Asimismo, debemos pactar con otros países afectados por la crisis, para implementar en la Unión Europea otra política posible, más sensible con los problemas ciudadanos, que ataje la sangría del empleo y la creciente exclusión social. Estas alianzas han de presionar a los países más reacios al cambio. Es hora de sumar hacia una genuina política europea común, solidaria y reequilibradora. Existen instrumentos, recursos y potencial para relanzar las economías. Faltan voluntades políticas. La mayoría sigue evidenciando su sometimiento lobbies y multinacionales.

Urgen inversiones públicas suficientes y créditos para recomponer el Estado del bienestar, tanto como unidad cívica para recuperar derechos. No obstante, no cabe esperar mucho del concilio europeo. Los gobiernos pese a su legalidad, primordialmente atiendes los intereses del gran capital, esos que sintonizan con las recomendaciones vergonzosas de la OCDE, del BCE o del FMI –bajas salariales, menos derechos laborales, menos pensiones, mayor edad de jubilación…– que marcan tendencias contra los derechos humanos. Representan al neoliberalismo rampante, y socialmente no cabe esperar más que miseria y exclusión social. Son actuaciones que clarifican mucho de la legitimidad y la base democrática de esos organismos internacionales, y que desde el sindicalismo confederal internacional vamos a seguir denunciando y combatiendo. En este sentido, desde la Confederación Europeas de Sindicatos (CES) –organismo en el que CCOO participa activamente– planteamos seguir la resistencia con movilizaciones en toda Europa, exigiendo medidas importantes y concretas de inversión, como el Ingreso Social Mínimo Garantizado que paliaría el destrozo social  de las reformas estructurales y la austeridad; también con un plan de inversiones –un 2% del PIB comunitario– a cargo del Banco Europeo de Inversiones. Asimismo, urge recuperar a esa generación casi pérdida de jóvenes con una inversión extraordinaria que CCOO estima superior a los 6.000 millones de euros convenidos en Bruselas, y librados en un plazo más corto, en los próximos dos años.

Es hora de establecer un calendario concreto para rescatar a la ciudadanía de la desigualdad, que ayude a las víctimas de esta crisis compleja y artificial. La ocasión es propicia para empezar a restaurar e impulsar no sólo servicios públicos, también para abordar otro modelo económico y emprender la reindustrialización en las regiones más deprimidas. La Cumbre debe, en definitiva, contribuir a recuperar la propia legitimidad democrática de los organismos comunitarios y al proyecto europeo. Una Europa verdaderamente unida, más equilibrada, más solvente y con mayor sensibilidad social, pero con hechos, no con más promesas, parcheos o recomendaciones inhumanas.

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